A veces, a algunas personas, se les embotan los sueños. Caminan y caminan desordenadamente directos a una diversidad de objetivos que en realidad, al no estar centrados en nada, van y vuelven constantemente frenando y avanzando atropelladamente a cada paso.
A veces, algunas personas se preguntan qué es lo que buscan en la vida, pero aunque en unas pocas ocasiones creen tener respuestas y en otras que nunca las tendrán. Peor aún es el hecho de creer tener un objetivo y a medio del camino... dudar.
Lo que sí que parece cierto es que las personas buscan alguna razón importante por la que vivir. Y desean con todas sus fuerzas ser grandes en algo. Grandes padres, grandes escritores, grandes artistas... en cualquier caso necesitan, tanto como a la sangre que corre por sus venas, sentirse grandes.
Es por esta razón por la que de vez en cuando se encuentran a sí mismos perdidos en medio de una nada dolorosa que, al desaparecer el esencial sentido de su existencia, los deja tan vacíos que caminan cabizbajos y ausentes por el camino que nos lleva a ninguna parte.
¿Qué quiero ser de mayor? se preguntaron de pequeños. Y ahora, la pregunta ¿Qué soy? es la pregunta insoportable que, al no tener respuesta, sencillamente duele.
Cuál será la fórmula mágica para que una persona llegue a aceptarse. Para que pueda llegar a verse a sí misma sin el enfoque tergiversado de unos ojos poco objetivos y una mente maliciosa que juega con ellos sin perdón.
Creo que la respuesta es dejar a un lado las ambiciones personales para crecer como persona y formar, lo antes posible, un todo con la verdad.
¿Cuál es la verdad? Que dentro de 100 años todos calvos y a nadie le importará las banálidades del día a día de las generaciones que estuvieron antes. ¿O tú crees que sí?
La voz anónima del camino a la nada.
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