jueves, 26 de junio de 2008

Cuando una gota es más grande que una catarata


Estaba recordando algo que me ocurrió hace mucho tiempo y en el transfondo de la anécdota he descubierto una moraleja que me gustaría compartir contigo.

Todo sucedió durante una infernal noche de verano, hará unos cinco años, en la que una bendita gota de agua no dejó de sonar durante horas.


No sabía de dónde venía el sonido, de modo que me marché al otro lado de la casa, una habitación que daba a la fachada contraria a aquella de dónde venía el ruido, e intenté dormir en el sofá cama, pero aunque lejana, la gota continuaba mermando la poca paciencia que me quedaba.


Desesperada ya por acabar con el martirio regresé a mi habitación con la intención de buscar de dónde procedía la gota y medio dormida descubrí que era una minúscula gotita que caía de la vasija que recogía la condensación de un aparato de aire acondicionado ue habían instalado recientemente mis vecinos de arriba.


Me las ingenié, dentro de lo que mi cabeza podía pensar a esas horas, para que la gota en vez de dar a la barandilla metálica cayera en otra superficie y resbalara a la calle silenciosamente y al fin pude descansar. Gracias a dios fue la única noche que me pasó ya que los vecinos lo solucionaron rápidamente.


El pensamiento de hoy es el siguiente: Una insignificante gota puede turbarte aunque por el contrario una gran corriente de agua puede mecido por el relajante murmullo.


En conclusión, la moraleja es simple: una gota jode más que una catarata y esto llevado a la vida misma sucede del mismo modo, los pequeños detalles pueden ser causa de un dolor muy grande, sinembargo a veces nos crecemos antes las grandes catástrofes de nuestras vidas.