lunes, 3 de enero de 2011

Réquiem por la muerte de una ilusión




Como si de la muerte de veras se tratara tengo hoy una sensación de duelo terrible por el súbito deceso de una ilusión. Nació el mismo día que yo, me acompañó a lo largo de cada época de mi vida y el día 1 de enero de 2011 murió.


Murió llevándose consigo parte de mi alma, murió dejando mi la eterna búsqueda sepultada. Y ya la búsqueda no será búsqueda, ni el amor, amor, ni la huella de su aliento, jamás será una huella, si no más bien los rescoldos de todo el sufrimiento.


Murió y me dejó libre, pero a su vez sumida en ese estadio de pena del que ya nunca más tendrá esa ilusión de buscar...


Un día, no en esta vida, le demostraré todo lo que ha roto con esa forma tan baldía de actuar que lo ha quebrado todo. Que me ha quebrado a mí. Ese día le preguntaré por qué llegó a mi vida sin yo llamarle, por qué me destrozó así.
Apareció de la nada. Me dijo cosas que me turbaron profundamente, me llegó a impactar tanto que se rompieron los esquemas de mi vida al completo y entonces, desapareció, y no sólo así, desapareció portándose como un huracán maquiavélico que lo asola todo y que pese a la profunda huella que deja con sus destrozos, parece que nunca estuvo ahí y que tan sólo se intuye al observar los rastros del desastre.
¿Era necesaria su presencia en mi vida en ese momento por alguna razón que desconozca ahora? ¿Acaso interpreté mal las cosas?... Miles de preguntas que quedarán sin respuesta hasta el final de mis días.
El huracán pasó y el destrozo se oculta en el interior tras la construcción del nuevo tejado que se había llevado el viento. Aún se está rehabilitando, pero por mucho tiempo más la desolación estará ahí, escondida, y será la única huella que conservaré, prueba de que una vez estuvo ahí.
La voz anónima del camino a la nada.

Las oportunas enseñanzas del Dalai Lama



Feliz 2011 queridos amigos del caminoalanada.

Estamos iniciando un nuevo año. Un año que se augura complicado en multitud de cosas, pero en mi caso personal se ha iniciado con una visión reveladora que ha cambiado muchos de mis objetivos.

Compré un libro del Dalai Lama esta Navidad. Y de verdad que sin darme mucha cuenta, y pese que al principio no comprendía sus enseñanzas con la debida profundidad, debo decir que me ha tirado por la borda algo que yo creía muy importante en mi vida durante el último mes y que había bloqueado bastante mi camino.

Según el libro, hay que conseguir ver las cosas intrínsecamente tal y cómo son. Sin decoraciones en positivo o connotaciones negativas. No hay que añadir ni esperanzas, ni odios, ni nada en ninguno de los dos sentidos, ya sea en positivo o en negativo.

Pues cómo realmente sólo había una cosa que me hacía daño de verdad y reconozco que estaba cargada de esas esperanzas habituales que tanto me gusta añadirle a la vida. Pues practiqué esta enseñanza directamente ahí, en el lugar que realmente me dolía .

Pude ver ese objetivo añorado como algo insípido. Sin futuro. Vacío. Con la simplicidad que realmente tiene. Sin trasfondo. Un sueño que yo quería hacer realidad a pesar de que, de haberlo logrado, probablemente me hubiera hecho bastante infeliz tanto en el transcurso, como a largo plazo. Ahora lo he visto todo muy claro. Y le debo al Dalai Lama haberme enseñado a verlo como verdaderamente es. Una ilusión vana. De modo que he comenzado a practicar la vacuidad... difícil, pero todo un camino nuevo por recorrer.

Ahora ya no tengo mis esperanzas puestas en ese sueño. Ya no lo busco. A veces me sorprendo a mí misma pensando de nuevo en él, pero, conscientemente ya no lo sueño y sé que pronto desaparecerá.

Lo curioso es que ni siquiera me duele. He dejado tantas cosas por el camino de la vida que sólo puedo pensar en lo que encontraré en mis siguientes pasos y armarme de valor para poder enfrentarlo con eficacia.

Dejando atrás la esperanza, por no decir, el lastre, de que había alguien en esta vida buscándome, que había nacido para encontrarme… tras encontrarle, sí. Has leído bien. Le encontré. Lo supimos desde el principio. Incluso coincidimos en un común estado de tránsito, como yo lo he bautizado. En el mismo lugar. Con orígenes comunes, sentimientos comunes, "vidas conectadas" lo definió él, en un momento de nuestras vidas ideal para poder haber logrado un futuro juntos. Pero decidió que no. Incluso cuando un encuentro kármico aparece en nuestra vida no podemos evitar el libre albedrío.
De modo que ahora ya puedo caminar tranquila sin limitaciones. Soy libre. Libre de todo y así voy a caminar por el mundo, creciendo por dentro e intentando vivir felizmente por fuera, en lo que será mi nuevo camino en la vida que ya he empezado a recorrer. Sin el lastre de lo que pudo ser y nunca será.
Otra cosa que me ha enseñado el libro. Cuando aceptas y tomas tu propio camino de crecimiento. Cuando eres fuerte, tienes las cosas claras y caminas recto. Entonces aparece en tu vida oposición. Gente que intenta imposibilitar tus actos. Fuerzas que aparecen como de la nada para bloquear tus pasos. Incluso, como pudiera ser mi caso, la misma persona que has encontrado se opone a dejarse llevar por lo que para ti es obvio y sensato. Disfrutar de lo encontrado. El Dalai Lama explica que es una oposición de fuerzas que surge para mostrarnos que somos suficientemente fuertes para superar la adversidad sin desfallecer. Parece que hablamos de leyes cósmicas invariables y lo único que nos queda es la lucha sin dilación y ponerse manos a la obra para superar las pruebas con la mayor estoicidad posible. ¿Cómo se puede uno negar a aquello que no está a su alcance controlar?

En otro libro, que también me he regalado esta Navidad, encontré otro pensamiento muy oportuno. Quien te ama de verdad no aprovecha los conocimientos que tiene sobre ti para fulminarte. Si te ama de verdad protege tus sentimientos con todos sus defectos y virtudes como a los propios y jamás los usa para herirte.
Un consejo, que podría ser parte de la moraleja de hoy, si estás con alguien o te interesa alguien con quien no puedes bajar el muro por miedo a que te haga daño. Déjalo ir. No es para ti.
Sabios pensamientos los del día de hoy.

En fin amigos, la vida sigue siempre, no hay que olvidarlo. Pase lo que pase. Lo importante es vivirla, caminarla, tropezar, caer, rebotar y lo que haga falta para crecer espiritualmente y salir reforzados durante la lucha interior.

Espero volver pronto con más pensamientos para compartir con vosotros.

La voz anónima del caminoalanada.