martes, 24 de junio de 2008

¿Igualdad entre hombres y mujeres 50/50%?


Hoy mi voz se alza ante la eterna injusticia que el mundo en general comete contra nosotras, las mujeres.

La mayor parte de nosotras trabaja fuera de casa, algunas con niños, aunque este no sea mi caso, algunas con puestos cualificados a los que dedicar como mínimo 50 horas semanales, si no más... porque a veces se prolongan en el tiempo las horas, no remuneradas, que algunas de nosotras dedicamos al trabajo por querer ser más competitivas, por querer cumplir mejor con nuestra obligación, por demostrar una vez más que somos "superwomans".

Yo en particular trabajo en publicidad lo que me hace vivir todo el día en tensión y con muchas presiones. Por lo que pertenezco al grupo de mujeres que llega con el cuerpo anquilosado y la cabeza a punto de explotar. Y, sin embargo, mi situación de pareja es la misma que si estuviera en casa tocándome el bolo mientras él trabajara 70 horas fuera de casa. ¿Curioso no?

¿Qué es lo que le pasa a los eternos inmaduros de los hombres? ¿Por qué intentan continuar siempre siendo hijos y no aceptan ser compañeros?

Las mujeres cuando terminamos nuestra jornada, larga o corta, relajada si se tiene suerte, o estresada como es mi caso, si queremos ver la casa un poco "honorable", que ni mucho menos digo limpísima o escrupulosa, tenemos que comenzar por recoger todas las cosas que nuestra pareja va dejando durante el día repartidas por todos los rincones, por encima de las mesas y por los sofás... las huellas de todos los sitios por donde estuvo durante el día, porque sin ser Sherlock Holmes, lo sabemos todo. No por buenas detectives si no más bien porque ellos no saben borrar las pistas que van dejando a cada paso y por eso que en cuanto llegamos una pasada de vista y zasss! lo vemos todo. -Aquí se le cayó líquido, se ha tomado un café, hoy comió pizza, compró pan... ¿Por qué pondría todos los dígitos en este espejo de la pared?-

Una vez acabada la restauración del orden básico hay que pensar en las cosas de rigor: lavar la ropa, la de él y la nuestra, la del cambio de cama y las toallas, tenemos que tender, recoger la ropa de la cuerda, luego planchar, doblar y colocar.

Tu pareja ve la tele. Está cansado.

Después ir a la cocina, fregar cacharros, porque ya no llegas al agua y es un tanto incómodo. Hacer la cena y recoger después toda la cocina. Que aunque hagas un huevo frito se pone todo que da asco, tanto que se te quitan las ganas de comer. Y el gato tiene hambre, que también es tu responsabilidad, y las plantas, ¡qué se mueren de sed!, y ahora bajo al trastero porque estoy harta de que esta caja lleve 5 días en la puerta. Tengo que ordenar ese cajón, que ya no cierra y ahí hay unas manchas...

Tu pareja sigue viendo la tele, aún.

Te duele la espalda que gritarías, pero, ¿de qué te iba a servir? si nadie te ayudaría de todos modos y perderías más energía en protestar y la necesitas toda para acabar tus obligaciones. Entonces te dices a ti misma, ok, yo puedo, no soy como él. Lo quiero ver limpio, pues voy a hacerlo. Así que un esfuerzo más y dejo la ropa planchada, un poquito más y ya acabo, tomo aire, yo puedo, acabo de recoger y fregar el cuarto de plancha y ya puedo dejar una habitación acabada.

Tu pareja continua frente a la tele con el portátil en las manos, viendo vídeos de you tube, leyendo el periódico o charlando con alguien y te dice, ¿no cenamos? que es la forma sutil de ¿qué me haces de cena?

Piensas rápido que puedes hacer de cena que te lleve poco tiempo y que le guste a él. Bien, una tortilla y una ensalada. Picas esto, picas lo otro, uff el aceite se me quema, ¡qué estrés!

Cariño, ya está la cena, ¿Puedes poner la mesa? -claro voy-

Cuando llegas al salón encuentras únicamente 2 cucharas en la mesa. Y te pregunta ¿No has puesto el pan en el horno?

Ufff! ¡lo olvidé, qué tonta! ¡En qué estaría pensando! Entonces escuchas -¿tortilla?, no me apetece, quiero espaguetis- y te dan ganas de llorar y tirarte por la ventana o mejor, de tirarle a él.

Al fin cenáis. Quitas la mesa, la limpias ¿Habrá comido un pollo? Bueno, la cocina está casi lista. El último fregado y se acabó. Por hoy.

Sigue en el portátil y frente al televisor. ¿No le dolerán las piernas?

Voy al dormitorio con la intención de darme un merecido y largo baño y !Ahhh! que se me ha olvidado estirar las sábanas. Bueno, yo puedo, un poco más de esfuerzo y dejo esta habitación hecha también. ¡Vaya! el estudio, ¡qué de papeles en medio! vale me siento un rato aquí y miro los papeles a ver que sirve y que tiro. Las 23:00 PM. Bueno, un poco más y se acabo por hoy. Estoy agotada y aún me falta la ducha, porque ya baño no me da tiempo, además tengo que prepararme las cosas de mañana. ¿Qué me llevo para comer? ¿Qué tiene él para comer mañana?

Y sin levantarse me dice que no tiene sueño... ¡NO COMENTS!

Por desgracia, no es una broma. La mayor parte de los hombres nacen con el 100% de beneficios y las mujeres con el 100% de obligaciones. En unas sociedades más que en otras, en unos países más que en otros, pero aquí, en España, un país que dice ser europeo, SUCEDE ASÍ.

Hombres y mujeres nos pasamos la vida guerreando por obtener el tanto por ciento que creemos nos toca por justicia: Los hombres por no perder su 100%, y las mujeres revindicando un famoso 50% al que nunca llega.

Un día te preguntas ¿Merece la pena la guerra? Pero yo aún no tengo la respuesta.


La voz anónima del camino a la nada.